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Ane Guerra

Sayonara Baby

En Japón son muy de la observación y los conceptos integrales; no hay gesto, tiempo verbal, arreglo floral o decisión gubernamental que no lleve consigo todo el contenido del pensamiento nipón. La última piedra de un jardín japonés está puesta porque atiende a algo, porque es armónicamente redondita, Japón entero lo ve con buenos ojos y porque puede ser que los dioses la quieran ahí. Y la piedra, feliz.

Vida, familia, economía, naturaleza, justicia, espiritualidad, sentimientos y hasta la muerte forman una armonía indivisible en la que la persona es parte de un todo, y el todoes parte de la persona. Mira Marie Kondo y su imperio del orden naciente; como tengas por casa la típica figurita horrible que te regaló tu tía Conchi y que te da palo tirar pero que no te hace feliz, te saca la navaja.

Siendo una neófita en todo el tema japonés porque decría me dio por el black metal escandinavo en vez depor el manga, me ha fascinado un concepto en par-ticular: el de kotodama, que se refiere a la creenciade que los poderes místicos moran en las palabras ylos nombres. Dicho de otra manera más mediterránea, que las palabras tienen una fuerza inherente más allá dejuntar cuatro letras y de que la RAE y sus señoros en sillo-nes transilvanos no se sientan ultrajados. Por ejemplo, estáel clásico “kiai”, el grito que hemos escuchado mil veces enpelículas de artes marciales antes de que al amigo de turno lepropinen un sopapo y lo vistan de torero. Yo pensaba que era unsonido con un fin efectista, un “y a ti qué te pasa en la cara” versión Japón. Y no. Ese término, según el pensamiento kotodama, tiene el poderde unir toda la fuerza del atacante, condensarla como un kameha de DragonBall y proyectarla al contrincante. Así, el kotodama es el alma de las palabras. El sueño de toda escritora. Algo en qué creer.

Luego a los japoneses se les fue un poco la castaña con el aislacionismo, el nacionalismo y una poquita de fascismo feat. amiguis nazis, quién lo va a negar, bien no se portaron. Aplicaron el kotodama para explicar que la pureza del lenguaje era una de las vértebras de la nación nipona y ya sabemos cómo termina todo lo que lleva “la pureza” como motor: no suele acabar bien para lxs que piensan o son distintxs. Sin embargo, crímenes de guerra aparte, me gusta pensar que hay un lugar en el que las palabras tienen un poder mágico en una época en la que nos rodean muchas palabras, pero bastante vacías de contenido.

"me ha fascinado un concepto en particular: el de kotodama, que se refiere a la creencia de que los poderes místicos moran en las palabras y los nombres."

Creo que tratamos mal al kotodama, en general: está la gente que vive agazapada en redes buscando el fallo ajeno, por ejemplo, esas personas que intentan sacarle punta a todo término de manera que puedan invalidar los argumentos, vivencias o ideas de lxs demás. Está la gente que utiliza las palabras para denigrar a otrxs, para polarizar, para faltar al respeto, para adormilar el espíritu crítico. Está la gente que crea neolenguas o que suelta proclamas como “libertad o comunismo” y se queda tan ancha como larga es, sin atender a las consecuencias tan nefastas, tan irremediables que puede traer jugar con esas palabras. Está Twit- ter. Están las frases imbéciles que sirven como pie de foto para la imagen en bikini de la influencer de turno. Están los clickbaits, las listas, la idea de que “la gente no lee” y de que, por tanto, hay que degradar el discurso. Están los gritos de Telecinco, que colocan en un púlpito a maltratadores y tí- teres que se lucran con el escarnio popular de una mujer hecha

pedazos. Está la mala poesía. Están las citas de El Alquimista.

De la misma manera que hemos adoptado el karaoke, el sushi, y a Nicolas Cage haciendo de samurai, creo que podríamos adoptar el kotodama en nuestro día a día en Occidente para volver a darle a las palabras y a su poder el lugar que se merecen. Parar un poco a pensar en qué es la comunicación de hoy en día, desde la interpersonal hasta la política, y exigir el uso de las palabras correctas a nuestros poderes, para que sus poderes queden limitados a lo que tienen que decir y no utilicen las fuerzas an- cestrales, los sentidos, en su propio beneficio. Dejar de hablar por hablar y hablar por ganar.

Marie Kondo approves this message.

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