Hace años, en el backstage de una discoteca, escuché a unas chicas decir que Errejón era un poco liante y que no te podías fiar de uno de izquierdas, porque, al final, hacían lo mismo que todos. En ese momento, no le di mayor importancia; me pareció un comentario impreciso, y no conocía bien a las chicas. Lo segundo, que es como decir que el agua moja, me costó años interiorizarlo. A palos se entiende que incluso los hombres de izquierdas, quienes en teoría están más sensibilizados con temas como la violencia machista, no necesariamente actúan en consecuencia, y que esa proclama de soy feminista puede esconder a los aliados más perversos.
Yo soy una mujer feminista porque ese es mi deseo; sin embargo, ejerzo machismo cada día, contra mí misma y todas las mujeres, por el simple hecho de que me han criado en este planeta. Mi meta es cada vez hacerlo menos, pero no podemos partir de un yo no soy machista de base, porque, si no, no lo cambiaríamos nunca. ¿Por qué, entonces, estos hombres se autoproclaman feministas? Porque, si te convencen de una realidad falsa, luego pueden ejercer una violencia que te confunda con minuciosidad. Es una disociación por la que todes hemos pasado. De forma invertida pero análoga, una persona que niega el machismo estructural usa esta misma herramienta perversa para hacerte vivir en un mundo que no es.
Creo que ser feminista no es una realidad fácilmente tangible; es, más bien, un anhelo capaz de impulsar cambios profundos en nuestra sociedad. No le diría jamás a nadie cómo tiene que definirse en este mundo, pero sí abro debate a que, quizá, sea mejor no decir nada y, en cambio, actuar. Hacer en cada conversación y en cada parcela de nuestra vida privada. Quizás es mejor fregar los platos directamente, en vez de decir Voy a ayudarte a fregar; quizás es mejor no hacer comentarios garrulos con tus amigos sobre las tías con las que te acuestas; quizás es mejor buscar ayuda psicológica si ves que destrozas a toda persona con la que te cruzas; quizás es mejor pedir perdón cuando ves que la has liado, en vez de hacer como si nada durante años y luego sorprenderte por el impacto psicológico de tus acciones sobre la vida de una persona. Y un largo etcétera de cosas que se pueden hacer para ser feminista, en vez de ponerte un pin en el 8M.
Me gustaría que, cuando alguien agreda a otra persona, si se sabe, tomásemos partido y protegiéramos a la persona agredida; creo que solo así esa persona podría repararse a sí misma. El problema es que, aunque sabemos cosas, miramos hacia otro lado y no hacemos preguntas. La duda ensucia, y somos una sociedad muy pulcra. Por supuesto, a veces no quieres ser la única persona que tome esa iniciativa y temes que, encima, te condenen al ostracismo. Si pudiéramos construir una sociedad donde un agresor pudiera entender el daño que ha ejercido para no volver a repetirlo, seríamos un lugar más amable. Las razones humanas son complejas, y también lo son sus violencias; necesitamos inventar mecanismos de protección y generar debates desde la comprensión, sí, pero también con firmeza. Pedir paz para una persona agredida no implica una mirada punitivista hacia el agresor, sino que los mecanismos judiciales funcionen; el problema es que no lo hacen. Y cuando algo hiere, el ser humano se frustra y se violenta. ¿Queremos esto? ¿El ojo por ojo, diente por diente?
En mi experiencia personal, lo único que desea una persona agredida es sentirse vista y cuidada. En cada caso, el daño y las circunstancias son distintas, y si tuviéramos en funcionamiento buenos mecanismos de protección, no sería necesario denunciar a través de las redes sociales o el boca a boca. Aun así, hay algo posible en una red social que es imposible de replicar en el mundo real. Ese demonio de la viralidad genera, también, el don del encuentro. Si tú misma has soterrado tu relato, pero te reconoces en las palabras de otra persona, tomas conciencia de que lo que te pasó es problemático, y la culpa comienza a difuminarse. Esto es conciencia, y solo con ella se puede cambiar algo.
Sobre el mensaje de Errejón, poco puede decirse: le deseamos que se mejore. Se ha marcado un Kevin Spacey, o lo que es lo mismo, victimizarse y alegar patriarcado como enfermedad y subjetividad tóxica como síntoma, esperando que eso le redima de algún modo. Me resulta espantoso cómo habla en su mensaje de reparación, de forma tan ambigua que no se sabe si se refiere a algo político, a las personas que ha agredido o a un smartphone roto. Me gustaría decirle que esas mujeres a las que ni siquiera menciona en su texto, no están rotas y que debería centrarse en repararse a sí mismo. Es llamativo que siempre ofrezcan su ayuda, si es que lo hacen, solo cuando los han pillado públicamente, nunca antes.
Este artículo es parte de The Posttraumatic VOL.8 "BREAKING NEWS".
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