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Victoria Rivers

FAST TALKER



PEDRO FRIEDEBERG



Han tenido que pasar unos cuantos meses para digerir lo que fuera tal vez un encuentro estelar en mi vida, entre la realidad y un mundo que no sabría definir aún con exactitud, esas horas han ido retumbando en mi memoria y generando un nuevo significado con el paso del tiempo. Este encuentro tuvo lugar en el corazón de la Ciudad de México y fue con el gran artista Pedro Friedeberg (Italia, 1936) conocido por el surrealismo de su obra llena de arquitecturas, símbolos ancestrales, geometría sagrada y objetos “sin sentido”. Sin aderezos, ni la poética de mirar al pasado con nostalgia romántica, he aquí un resumen de este encuentro estelar. Ciudad de México (Roma norte) - 9 junio 2022 Avanzamos a paso ligero por la colonia Cuauhtémoc entre el humo, el algarabío de los puestos de comida y el tráfico, entre la exuberante vegetación y sus raíces que levantan todo el suelo de la ciudad. Viví en esta ciudad años atrás, es para mí, la ciudad más viva del mundo, te embriaga, te contagia y te hace sentir viv@. En mi cabeza solo hay dispersión y expectación, aún no me creo que estemos de camino a su estudio, intento recordar todo loquesedeélysuobraysoyincapazde recordar nada; andamos rápido por miedo a llegar tarde y el sonido de la ciudad de repente desaparece, una calle en calma, el tiempo se para: mi memoria sigue en blanco. Llamamos a la puerta y nos abre una mujer vestida de blanco que nos invita a pasar: “Esperen en esta sala, “el maestro pronto les recibirá” Mirándonos perplejos ante lo que parecía que iba a ser un encuentro inminente, observamos atónitos a nuestro alrededor una estancia totalmente repleta de antigüedades, objetos de arte y recuerdos. Somos incapaces de mantener los ojos enfocados en algo durante un segundo, ni de articular palabra durante varios minutos. Un gato aparece en la sala meneándose con alevosía por nuestras piernas, comienza a arañar la mesa central, nos examina con atención como “los cuervos de Odín” y con lo que parece una actitud de “aprobación”, el maestro Pedro Friedeberg aparece lentamente en la sala, nos observa y dice: “Veo que ya conocieron a Netflix.” Entre risas y estupefacción, mi mente comienza a repetir un incesante “di algo”, la admiración es una especie de embrujo, te obnubila, solo te deja ver lo que ella quiere que veas, es un hechizo selectivo, te paraliza. ¿Qué le preguntas o le dices a alguien que consideras un maestro? El silencio se rompe con un: “Al otro ya no quiero ni verlo, ¿lo vieron?” Respondemos al unísono un: “¿A quién?” “Al otro gato, Internet, está endemoniado, ya vamos a regalarlo, no lo quiero más, me arañó de nuevo.” Su semblante es serio, ha decidido que quiere regalar al gato y ya no hay marcha atrás. El nuestro, en cambio, lucha por no soltar una carcajada. Estamos con él y con Alejandro, comisario de sus proyectos y coordinador de su estudio, es increíble verlos juntos, se complementan, sus gestos..., sus silencios, es bonito ver esa complicidad. Hablamos de la situación del arte y cultura de nuestros países y de proyectos pasados y futuros mientras nos enseña sus últimos dibujos, vamos pasando las hojas de libros enteros dibujados por él, llenos de arquitecturas y símbolos que van cobrando vida, mientras él nos observa en silencio. Con la “ritualística vital” del creador que necesita alimentarse, Pedro se siente cada día a dibujar en una gran mesa rodeada de un hermoso horror vacui de objetos, libros y arte, “el conocimiento” lo inunda todo. “¿Cuál es el mejor lugar para crear, maestro?” “Una habitación en el Sheraton” Un humor inteligente y ácido nos pone a prueba con cada uno de sus comentarios y finalmente nuestra naturalidad le conquista. “¿Con vistas al mar?” “Ay no, odio la playa, agr, la arena, ensucia mucho” La mujer de blanco vuelve a aparecer y a su salida de la estancia Pedro nos susurra: “Quiere matarme” Una risa interna se contiene para no salir, Pedro tiene esa envidiable actitud vital en donde el “hastío” y sabiduría de la madurez te permitirte decir cualquier cosa. Por el rabillo del ojo y evitando nuestra mirada podemos ver a Pedro sonreír hacia sus adentros, juega con nosotros, todo el rato. Alejandro se ríe y lo mira casi como diciéndole con la mente “compórtate”. No hablamos de arte, hablamos de nuestras vidas a través de vivencias y anécdotas del pasado, hablamos de la guerra y de todo lo que nos preocupa, vamos ganando su confianza y lo que parecía ser una visita breve acaban siendo tres horas entre objetos surrealistas, aguas de Jamaica y risas, muchas risas. Nos despedimos de él y Alejandro con todo nuestro cariño, sin querer soltar la energía de este encuentro, salimos sonriendo, en silencio y dando las gracias: hemos conocido a un maestro y sobre todo a un gran hombre. intentar descifrar la piedra Rosetta, es la vida, la historia, la humanidad en todo su sentido, si bien antes de conocerlo siempre intentaba leer su obra... ahora la observo y dejo que vibre y que me haga sonreir, sé que está jugando con nosotros. Conozcamos más a este viajero eterno y zambullámonos en el universo de su gran sabiduría.



PEDRO FRIEDEBERG

(Octubre, 22) Pedro, tu familia tuvo que exiliarse de Italia por la dictadura de Mussolini, y exiliarse de Europa por Hitler, esta búsqueda de la libertad y esta huida, ¿qué supuso para ti y que queda de ello? Vemos un mundo que ha cambiado muchísimo, ¿o no? Yo tenía dos años, no me daba cuenta de nada. A los dos años uno no se pregunta cosas políticas; o tal vez esa es la base de mi gusto por viajar constantemente. Es obvio que el mundo está en constante cambio. La velocidad del cambio está en proporción de las invenciones estúpidas [smartphones] que se ven por todos lados cuando voy caminando por la calle. Amigo y vecino en Ciudad de México de Leonora Carrington, Remedios Varo, Alice Rahon, ..., muchos consideran que eres “el último surrealista” pero nunca te has llegado a considerar parte del movimiento, aunque André Bretón así lo certificara. Tengo una raíz en un libro que es la biblia del surrealismo. El libro se llama Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, y que yo también aprecié mucho por su sinsentido. En general en la literatura del sinsentido. Cuatro décadas después de la publicación de este libro, vino la lectura de Guillaume Apollinaire, muy importante. También tengo una raíz en la música de Eric Satie y de Igor Stravisnky. De toda la vida, muchísimos artistas se nutren de la fantasía, de la magia y la imaginación, sin pertenecer necesariamente al rígido club del surrealismo. Otra raíz es en mi relación de amistad con mujeres surrealistas que nacieron durante la primera guerra mundial, y yo nací justo antes de que empezara la segunda guerra mundial. A mí siempre me fascinaron las mujeres un poco mayores que yo por su magia, su experiencia, su dulzura y su poesía. Y sobre todo, para mí, Bridget Tichenor. Yo me considero mas bien un artista patafísico. La patafísica es anterior al surrealismo. Es mucho más caótica. Se vivió durante una época aún más fácil a principios del siglo XX, ligada al dadaísmo pero no es tan violentamente política como el surrealismo. Ese automatismo que veíamos en el surrealismo puede verse en tus obras, todo parece ser creado de forma progresiva, parece que van surgiendo las ideas y finalmente todo tiene sentido, ¿es así? Es muy posible que sea así. La creación de una obra artística es una especie de rompecabezas. La obra exitosa es un rompecabezas donde todo encaja. Esto puede ser un mural de Diego Rivera o un Ballet con música de Stravinsky o una novela complicadísima como la Montaña Mágica de Thomas Mann. Los artistas de cualquier disciplina con éxito son los que tienen un programa definido de sus creaciones y cuando no lo tienen saben armar una pieza de arte haciendo que muchas cosas disímbolas encajen unas con otras haciendo un sentido estético, filosófico e incluso moral. Mathias Goeritz ha sido otro de tus grandes amigos, escultor, historiador, impulsor de la arquitectura emocional y la abstracción constructivista, a veces has mencionado que sobre todo era tu maestro, ¿qué es para ti un maestro? ¿Debe el artista tener un maestro? Hay dos tipos principales de maestros: los que te inspiran o enseñan a hacer o crear lo que ellos consideran debido o justamente aquéllos, como Mathias fue para mí en muchos aspectos, que te enseña justo lo que no quieres hacer y no debes hacer y, que ellos tienen el humor y la inteligencia de que no todo mundo tiene que pensar lo mismo. Yo odiaba su arte, pero me parecía una persona fascinante. Un maestro puede ser alguien que te inspira. Yo creo que todo mundo está inspirado en algo, no hay ningún artista que venga de la nada. Ni siquiera el aduanero Henri Rousseau. Decía Borges que “Si el sueño fuera (como dicen) una tregua, un puro reposo de la mente, ¿por qué, si te despiertan bruscamente, sientes que te han robado una fortuna?” ¿Qué es la vida y qué son los sueños? ¿tu obra han sido todo sueños? No, mi obra es muy definida, geométrica, aritmética, no tiene que ver nada con un sueño. Mi sueño fue, por ejemplo, ver los grabados de Piranesi que me inspiraron mucho o la arquitectura de Gaudí que también me inspiró mucho; o los cuadros de las épocas fantásticas de Max Ernst y Wolfgang Paalen, que también me inspiraron muchísimo. O la compañía personal de mujeres como Brígida Tichenor, Leonora Carrington y la poetisa Guadalupe Amor que fueron otro tipo de inspiración indirecta en mi obra.

Parece que el “Gran Arquitecto” del universo ha poseído de vez en cuando tu mente y tu mano, arquitecturas infinitas, escaleras, geometría sagrada, símbolos, ..., ¿de donde nace todo? ¡Qué fuerte! No nace todo de una sola fuente. Cada artista tiene siete fuentes: mis siente fuentes son: Piranesi, Gaudí, Bibiena, Escher, los arquitectos barrocos, rococos y churriguerescos, Vasarely, y la numerología mágica, cabalística y oculta de la proporción áurea. Cuando me levanto en las mañanas y, si estoy de buen humor que, aunque la gente no lo crea es casi siempre, traigo un buen humor secreto porque sé que voy a crear una obra sutil, mágica, importante que a veces nadie comprende más que yo y unos cuantos amigos íntimos que me comprenden. La inspiración es una fuente natural. He tenido mucha suerte en conocer a mucha gente creadora que para mí son gente mágica: Geraldine Morris, Pita Amor, Alejandro Sordo, Leonora Carrington, Edward James, entre otros. Después de vivir en una familia sin imaginación, encontré mucha gente libre que me ha inspirado mucho. Observando tu obra, a veces tiene uno la sensación de que puede descubrir alguno de los secretos del universo, hay algo que nos conecta con el todo, con el más allá. ¿Estás conectado con el más allá Pedro? Me parece que toda esta gente contemporánea cree que porque tienen un gurú están conectados con el más allá se autoengaña y es banal. Estoy conectado al universo porque a veces si oigo una pieza de Mozart o Brahms de repente me entran ganas de llorar ante la belleza, o si voy a un museo y veo un cuadro como de Patinir o de Ingres se me eriza la piel de la emoción. (odio este tipo de pregunta).

Si existe una obra icónica en tu trabajo, sería la “La silla-mano”, una obra que creo ya ha alcanzado la eternidad en nuestro imaginario. ¿Qué supuso para ti la creación de esta obra en su momento? ¿Cuál sería ahora la obra más importante de toda tu creación? La silla mano es precisamente la obra que más desprecio por su banalidad, su obviedad y su vulgarización. La obra más importante que yo he producido, para mí, es el primer dibujo que me gustó muchísimo y que yo me debería dedicar al dibujo y que fortuitamente resultó ser del estilo surrealista es el de Las sacerdotizas de la naranja hexagonal, de 1963 (Actualmente forma parte del Museum of Fine Arts Houston). Aunque me doy cuenta de que es una obra ilustrativa de una fantasía más bien basada en la literatura inglesa, sarcástica, irónica y humorística de fines del siglo XIX. Creo que fueron Leonora Carrington y Alan Glass quienes me aconsejaron nunca hacer caso de las modas ni de los críticos; sino hacer lo que a mí me llenara, me divertiera y me satisficiera.

¿Qué es lo más bello que viste jamás? ¿Qué nos aconsejas no dejar de mirar nunca, Pedro? Algunas obras que me encantan: La catedral de Milán, que me parece un pastel de bodas, la carroza de Maximiliano, la piedra del sol, llamada calendario azteca porque pienso que aún no ha sido totalmente analizada y está repleta de astrología, astronomía y de ecología. Es una piedra diez veces más valiosa de los que nos damos cuenta nosotros los muy banales, vulgares y ridículos seres humanos de este siglo XXI. La iglesia de Santa Maria Tonanzintla en Cholula, Puebla, el transparente de la Catedral de Toledo, lugar donde viajé por sugerencia del escritor inglés Osbert Sitwell; la torre del reloj de Pachuca, me abrió los ojos a la arquitectura porfiriana en México, que me pareció una especie de surrealismo, porque ¿qué hace la arquitectura francesa en medio de un país lleno de pulquerías? La lista es larguísima, puede incluir el Bosque de Bomarzo, El palacio ideal del Cartero Cheval, en Francia, el Palazzo del Té en Mantova, Italia... ¿Qué es el arte Pedro? ¿Y quién es artista? No soy la persona indicada para explicar lo que es el arte, porque yo siempre he sido partidario del “mal gusto”, del kitsch. Esto es solamente una provincia de lo que yo creo que es el arte. También hay un arte serio que está en los grandes museos de todo el mundo. Esta es una pregunta demasiado grande, como qué opinas de Dios; es demasiado extensa. Artista es cualquier persona que prefiere ir al Museo de la Colección Frick de Nueva York que al futbol. Gozar del arte es también una forma de ser artista. No necesariamente necesitas ser creador para serlo.







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