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(Intentar) Fracasar Improductivamente


MARC BADIA QUINTANA

Actualmente, el fracaso es un concepto en ascenso de normalización. La idea de no lograr algo es cada vez más aceptada. Este planteamiento pareciera tener una connotación positiva, capaz de disminuir la presión sobre la posibilidad de equivocarnos, dadas las condiciones de competitividad y la velocidad a la que el sistema económico contemporáneo nos somete, pero, no es así. En muy pocas ocasiones las cosas son lo que parecen, por lo que debemos ser precavidos. La popularización discursiva de una apología del fracaso, de un fracaso socialmente aceptable, de un buen fracaso; es únicamente posible dentro de una lógica perversa de parámetros específicos: el productivismo. Los tentáculos del sistema neoliberal nos han despojado incluso de nuestro libre derecho a equivocarnos y no lograr nada, absolutamente nada. Bajo una estrategia de tergiversación, se ha desarrollado toda una compleja industria basada en la idea de un discurso exitoso sobre el fracaso. Es decir, mediante un enorme conglomerado de predicadores del éxito contemporáneo que nos invaden en distintas formas desde los tradicionales libros de autoayuda, pasando por empresarios emprendedores con el dinero de sus familias y en la cumbre del absurdo, el culto a la personalidad con las celebrities de redes sociales, etc. La lógica de pensamiento neoliberal imperante nos ha inculcado uno de sus principios fundamentales: el fracaso como el éxito son meramente personales. Así, pareciera que uno tiene la posibilidad de crearse o destruirse, bajo la dicotomía en que uno mismo puede ser su propio verdugo o salvador. El discurso exitoso sobre el fracaso considera tanto la equivocación como el logro desde una perspectiva individualista, con la diferencia que la amargura de uno se vive a solas, mientras que la dulzura del otro atrae compañía. Es muy común escuchar que quien fracasa “al menos lo ha intentado”, y que quien lo ha intentado ya ha logrado algo, a saber, experiencia y por tanto aprendizaje. Fracasar de forma dignamente productiva implica un proceso de resiliencia. Es decir, errar es positivo, fracasar es algo bueno ya que constituye una oportunidad de mejorar, si mejoramos tendremos éxito y tener éxito es producir. De esta manera, la clave del éxito es el fracaso, hay que fracasar primero para poder acceder a algo mejor y conseguir nuestros objetivos. En otras palabras, una actualización del precepto religioso: sufrir para llegar al paraíso; una recodificación a la fé imperante de nuestra contemporaneidad: el capitalismo, nos enuncia que es necesario tocar fondo en la miseria para alcanzar el cielo del éxito. Este mismo texto es el ejemplo de aquello que critico, personalmente asumo la congruencia como un ejercicio diario de imposibilidad permanente, es decir, el fracaso es la única constante. En principio, pretendía desarrollar una aproximación humorística sobre el fracaso la cual no logré concretar, convirtiéndose en la oportunidad de pensar otras posibilidades. Una idea que terminaría generando algún tipo de capital simbólico que, si bien no paga el alquiler, genera la autoficción de haberlo logrado resolver de una forma, si bien no con éxito, al menos como un fracaso contenido. Continuaré intentando fracasar sin éxito.









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