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APIGAPLYPSE

El 20 de octubre de 2184 amaneció soleado; llevaba 39 años sin llover, por lo que aquello no era ninguna novedad. Hacía 46º y del asfalto cuarteado de las ciudades salían gases que la tierra emitía sin cesar desde El Incidente. Todo olía a huevos podridos.

Era un día normal en el nuevo mundo; en su ático subterráneo de Poble Nou, Lord Porkington se debatía entre tobillo o muslo.

  • El muslo se reseca mucho; sin salsita, se queda tieso. ¿Hay salsita?

  • No, señor, lo siento. Si quiere fundo más grasa de señora.

  • Déjalo. Me comeré un tobillo.

Los cerdos, como bien decían en Snatch, una película de la era preporcina, “se comen los huesos como si fueran mantequilla. Hacen falta unos dieciséis cerdos para hacer el trabajo en una sola sesión, así que más vale que tengáis cuidado con los criadores de cerdos. Esos bichos son capaces de acabar con un cuerpo de cien kilos en unos ocho minutos solamente. Eso quiere decir que un solo cerdo es capaz de consumir un kilo de carne cruda cada minuto. De ahí viene la expresión: hambriento como un cerdo". Lo que aquel actor de dientes raros se abstuvo de describir fue el ruido que hace un gorrino masticando un hueso con fruición. Sonaba como si alguien estuviera rebuscando en un estuche de lápices lleno de piedras y gusanos. Un tobillo tiene varios huesos.





Lord Porkington guardaba, en su despensa, suculentos manjares humanos; torreznos sabrosos, cabezas envasadas, manitas, codillos e incluso humanillos, bebés tiernos que se cocinaban enteros. En principio, su religión no le permitía comer hombre, pero él era un cerdo influyente y rico y las normas se podían doblar a su gusto; dirigía con diligencia porcina su empresa de construcciones bajo tierra, daba trabajo a familias honradas, pagaba sus impuestos y era justo. Satisfacer su apetito no debería ser un problema. Además, su religión sólo prohibió comer humano porque su carne no era segura; tenían muchas enfermedades y bacterias y prohibirlos moralmente era una buena manera de evitar otra pandemia, eso lo sabía todo el mundo.


  • Es curioso * tráeme un palillo * es curioso cómo estos pobres humanos antes eran la especie más peligrosa y dominante del mundo - comentó a sus criados. - La verdad es que tenemos mucho que agradecerles, aunque sea una opinión poco popular.


El servicio y la familia de Lord Porkington tenían una cosa clara: bajo ningún concepto había que interrumpir sus monólogos. No porque se iba a enfadar o algo, sino porque no causaría ningún efecto tampoco. El gorrino gordo y grasiento seguiría hablando cada vez más alto; si le cortaban era porque no le habían oído, no porque quisieran participar.


  • Al fin y al cabo, les debemos nuestra nueva Era del Cerdo. 162 años de properidad y supremacía porcina. Si ellos no hubieran jugado a ser dioses y todo eso, si no hubieran inventado aquella fórmula que hizo que los Tres Primeros revivieran después de morir… no hubiéramos podido ser lo que somos hoy. El Incidente fue un antes y un después, de eso no hay duda. Se cargaron la Tierra, eso sí que fue un desastre porque la vida bajo el suelo… no sé. Me hubiera gustado visitar Menorca como hacían ellos. Pero acabaron dándonos la inteligencia superior, la inmortalidad y se convirtieron en comida y mano de obra nuestra, revirtiendo el orden, así que ni tan mal. Cala Sa Cerdo no está mal tampoco.

  • ¿Por qué querían que no muriéramos? ¿Para usarnos? - preguntó su mayordomo.

  • ¡Exactamente, Arthur! ¡Nos inyectaron fármacos para que nuestros órganos fueran compatibles con los de ellos y críarnos para trasplantes! Creo que ahora se arrepienten un poco de cómo nos trataban antes.


Desde la ventana de su ático subterráneo podían divisar, los días en los que tenían más metano y, por tanto, más electricidad, las granjas de humanos de Lleida. En Lleida olía mucho a humano, todo el rato. También se oían sus gritos los días que los gases soplaban del norte.


Lord Porkington parecía enérgico, pero era un cerdo viejo que había visto mucho.


  • La verdad es que… - dijo con voz reflexiva - no sé, si lees libros, los pocos que sobrevivieron al Incidente, te das cuenta de que las cosas suelen repetirse. Deberíamos tener un poco de cautela para que no nos pase como a los hombres, aunque ahora seamos genéticamente superiores, claro. No deberíamos confiarnos o, mejor dicho, no deberíamos dejar que la codicia, el egoísmo y el hedonismo nos nublaran el cerebro. Ellos acabaron sin hacer caso a la bendita ciencia que nos ha hecho quienes somos y se pasaron de frenada… y luego no pudieron pararlo, y la guerra, y, bueno, están muy ricos, pero hay días que ni yo aguanto sus chillidos. ¿Has estado alguna vez en alguna matanza? Incluso los que viven en libertad y no en jaula tienen tanto miedo que empiezan a oler a muerto antes de estarlo. Es verdad que ahora les cortan las cuerdas vocales antes de tal, pero aún y todo. Y la sangre. Yo no puedo. Del humano se aprovecha todo, ya lo sabes.

  • Acabaron así porque tenían tanto miedo a morir que los ricos no querían que les pasara a ellos y no vieron los límites… y ahora mira. Los cerdos mandamos. Ellos se lamentan. El ciclo de la vida.


Suspiró. Alguien podría decir que sus ojos brillaban con lástima o preocupación. Alguien podría decir que era el vino de liquen.


  • ¡Arthur! Cuéntame, qué han dicho en las noticias. Hazme un resumen.

  • Oh, nada muy serio. El mercado de abono se ha estancado, los campos de la Dehesa se llenan de turistas, los jabalíes siguen en guerra y Eloink Musk quiere construir una casa sobre la superficie aunque no haya oxígeno, dice que puede hacerlo. No entiendo si es un cerdo que está loco, o es un visionario.


Volvía a oler a huevos podridos.





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